El nadador

Una tórrida noche en Damasco a principios de los años ochenta. Un agente estadounidense abandona a su bebé a un destino incierto, una traición que jamás se perdonará a sí mismo y que será el comienzo de una huida de su propio pasado que lo terminará llevando a cualquier sitio donde la tensión y el peligro le permitan olvidar. Hasta que ya no se pueda esconder de la verdad. Hasta que se vea obligado a tomar una decisión crucial. 

Treinta años después, Klara Walldéen, una joven sueca que trabaja en el Parlamento Europeo de Bruselas, se ve envuelta en una trama de espionaje internacional en la que está implicado su antiguo amante y exmiembro de las fuerzas especiales del ejército sueco Mahmoud Shamosh. 

De la noche a la mañana, Klara y Mahmoud se convierten en el objetivo de una cacería que se desarrolla por la Europa invernal, un mundo donde las fronteras entre países se han vuelto igual de borrosas que la línea que separa a aliado y enemigo, verdad y mentira, pasado y presente.

No es una novedad decir que me gusta el thriller y el misterio. Que de vez en cuando me va bien relajar las lecturas y leerme algo casi del tirón, entretenerme y olvidarlo poco después.

Saber que El nadador no es una obra maestra, previsible en algunos momentos, pero que cumple su cometido, emoción, intriga y un enganche total durante sus más de trescientas páginas.

Historia de pasado y presente, de espías, muertes, asesinatos sin resolver, misteriosos mensajes cifrados y reencuentros en los momentos o escenarios menos apropiados.

A veces no sólo hay que leer historias profundas, llenas de sentimientos y dureza también van bien novelas que, para mi, son puro entretenimiento y, a pesar de que pueden sorprenderte, cumplen a la perfección su cometido.

Estoy deseando tener otro de esos momentos para leerme la continuación.

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